Amanecer triste: una noticia inesperada

Tristeza por el adios eterno.

La mañana de aquel sábado estuvo llena de lágrimas. La noticia dejó impresionados a todos porque resulta imposible aceptar la pérdida repentina de un hijo, un padre, un esposo; una amiga, el mayor y único tesoro de toda una familia.

Los padres todavía anhelan su llegada porque nunca imaginaron que aquel día sería el último en verlos. La madre espera a su princesa con las puertas abiertas, pero ya no llega. La llama a gritos pero no responde.

El padre está seguro de que su hijo volverá porque lo vio partir y nunca imaginó que sería una despedida. No existe un segundo en que no se avive en su corazón la esperanza de poder estrechar la mano de su príncipe.

El amigo quiere regalarle a su ángel, como le llamaba, todas las flores moradas que siempre anheló, pero ya por más que lo intente no escucha la voz cariñosa de su “angelito” dándole las gracias.

El pequeño bebé aún no comprende por qué su mami no para de llorar y su abuelito está tan desconsolado, ahora no entiende, pero percibe que algo anda mal y por más que busca a su papá, no lo ve.

Nada supera la pérdida de un ser querido, para eso nunca estamos preparados. Pasará mucho tiempo para que sanen tantas heridas, o a lo mejor nunca cicatricen.

El dolor deja huellas imborrables, pero la lección urge que se implemente en el actuar de todos los jóvenes, porque las grandes velocidades en la vía cobran vidas y si no damos pasos seguros podemos provocar otro amanecer triste.